La Biblioteca Nacional de España celebra este lunes, 14 de octubre, la 9ª edición del Día de las Escritoras, una iniciativa organizada en colaboración con Fedepe y con Clásicas y Modernas, con el objetivo de reivindicar la labor y el legado de las escritoras a lo largo de la historia.
Como en ediciones anteriores, la fecha elegida es el lunes más cercano a la festividad de Teresa de Jesús (1515-1582).
Nos sumamos a esta celebración destacando esta primera edición de “Canciones de mar y tierra” de Concha Méndez Cuesta. Impresa en Buenos Aires, Talleres Argentinos, en 1930. Las ilustraciones son de Norah Borges y el prólogo de Consuelo Bergués.
Concha Méndez Cuesta (1898-1986) fue una escritora perteneciente a la Generación del 27, que destacó por su obra poética. Su vinculación con los escritores de este grupo comenzó en 1919, cuando conoció a Luis Buñuel, quien la introdujo en su grupo de amistades de la Residencia de Estudiantes, del que formaban parte Federico García Lorca y Rafael Alberti. Sería precisamente éste quien la ayudó a impulsar su carrera literaria, que comenzó en 1926 cuando publicó su primera colección de poesías titulada Inquietudes, a la que siguió, dos años después, Surtidor.
En 1929 viajó a Buenos Aires, donde conoció al escritor y crítico literario Guillermo de la Torre, a la poetisa Alfonsina Storni y a los hermanos Borges, Jorge Luis y Norah. Esta última sería la encargada de ilustrar la tercera de sus obras, Canciones de mar y tierra (1930) que, como los dos poemarios anteriores, destacan por su optimismo y su visión entusiasta de la vida y por la influencia de la poesía de tono popular de Rafael Alberti.
De vuelta a España, en 1932 se casó con el también poeta Manuel Altolaguirre, fundador de la revista Litoral, con quien formó una pareja esencial en la difusión de las obras de los escritores de la Generación del 27 gracias a la fundación de las revistas Poesía, 1616 y Héroe y de la editorial Caballo Verde para la Poesía, dirigida por Pablo Neruda.
Tras la Guerra Civil, ambos se exiliarion en París y, tras residir algún tiempo en Cuba, se establecieron definitivamente en México en 1943. Aunque el matrimonio se separó, Concha Méndez siguió publicando poesías y obras de teatro hasta 1981, cinco años antes de su muerte. Nunca quiso escribir su autobiografía, sino que se la fue dictando a su nieta, Paloma Ulacia Altolaguirre, a lo largo de una serie de entrevistas grabadas que se publicaron en 1991 bajo el título Memorias habladas, memorias armadas. Afortunadamente, tanto su vida como su obra, han sido estudiadas ampliamente, sacando a la luz su importante aportación a la literatura española del siglo XX.
Otra de las facetas de Concha Méndez fue la de su activismo para fomentar el papel de la mujer en la sociedad y en la cultura, apoyando y formando parte de las dos principales asociaciones femeninas del momento, el “Lyceum Club Femenino” y la “Residencia de Señoritas”, fundadas por María de Maeztu, que tuvieron como socias o colaboradoras a mujeres de la talla de Zenobia Camprubí, Clara Campoamor, Victoria Kent, Carmen Baroja, Ernestina de Champourcín, Elena Fortún, María Teresa León, Maruja Mallo, María Zambrano y Margarita Nelken, entre otras, todas ellas miembros activos en diferentes campos de la llamada “Generación de Plata” de la cultura española.