Los “Viages” de Antonio Ponz

Este año se celebra el 300 aniversario del nacimiento del castellonense Antonio Ponz, uno de los eruditos ilustrados españoles más importantes del siglo XVIII.

Pintor, arqueólogo, naturalista y escritor, inició sus estudios de pintura en la Universidad de Valencia, que continuó posteriormente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1751, y gracias a la pensión que le concedió el ministro José de Carvajal, pudo viajar a Roma con el fin de profundizar en su formación artística. Allí entró en contacto con otros ilustrados españoles y extranjeros, como el pintor Rafael Mengs, el duque de Almodóvar, con quien visitaría las excavaciones arqueológicas de Pompeya y Herculano, o Francisco Pérez Bayer, quien le adentraría en el mundo de la arqueología y de las antigüedades clásicas. También fue en Roma donde conoció las nuevas ideas estéticas del Neoclasicismo, a las que se adhirió con entusiasmo.

De vuelta a España en 1759, Carlos III le encargó varios trabajos de catalogación de pintura y obras de arte pertenecientes a la Biblioteca de El Escorial, lo que le permitió también leer los códices y manuscritos que estaban depositados en ella. Posteriormente, tras la expulsión de los jesuitas en 1767, Campomanes le propuso recorrer Andalucía para visitar los colegios e iglesias que habían sido de la orden y catalogar las pinturas y todo lo importante que hubiera en ellos. El viaje comenzó en 1771 y se convirtió en una tarea que le ocuparía el resto de su vida y que le llevó a visitar gran parte del país. Fue entonces cuando ideó la redacción de su obra más conocida, el Viage de España, proyecto que contaría con el apoyo de los ministros Jovellanos y Campomanes.

Destacamos dos obras suyas, que tenemos a la venta:

Viage de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella…

Madrid, Joaquín Ibarra y Viuda de Joaquín Ibarra, 1772-1794. 18 vols. Con numerosos grabados entre texto, muchos de ellos plegados.

La obra está concebida como un intercambio de cartas entre el autor y un amigo anónimo, que bien podría ser el mismo Campomanes, en las recoge sus apreciaciones sobre el estado de conservación de los monumentos y obras de arte que visitaba, aunque en ellas se aprecia una mejor valoración del legado greco-romano que del medieval o del barroco, muy en la línea del neoclasicismo. Los dos primeros volúmenes se publicaron bajo el pseudónimo de Antonio de la Puente, mientras que el último lo publicó póstumamente su sobrino, José Ponz. El relato se complementa con los dibujos que Ponz realizó de edificios, estatuas, inscripciones, lápidas y monedas.

Sin embargo, la obra no se quedó sólo en una mera relación de obras de arte, pues el autor también incluyó comentarios críticos sobre las costumbres y las supersticiones más atrasadas, y sobre la situación económica y social de cada región, con apreciaciones muy en la línea de los economistas ilustrados. Lamentablemente, Ponz murió en 1792 dejando incompleta la obra, a falta de los relatos sobre Andalucía oriental, Murcia, Galicia y la cornisa cantábrica.

La fama del Viage de España se extendió rápidamente por Europa, lo que propició su traducción al francés, al italiano y al alemán, contribuyendo así a dar a conocer la realidad de nuestro país y a refutar los estereotipos que habían propagado los relatos de algunos viajeros extranjeros que, o bien no habían estado personalmente en España, o bien solo se interesaron por reflejar los aspectos más negativos.

Actualmente, el Viage por España se ha convertido en un documento de excepcional valor para conocer no solo cómo era el estado del patrimonio artístico español en la segunda mitad del siglo XVIII, sino también lo que se perdió posteriormente durante la Guerra de la Independencia.

Viage fuera de España

Madrid, Joaquín Ibarra, 1785. 2 vols.

El Viage de España se complementó con el Viage fuera de España, publicado en dos volúmenes en 1785, en los que Ponz nos dejó sus impresiones tras visitar Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica. Su objetivo era doble: por una parte, mostrar en Europa que España no estaba tan atrasada como se afirmaba y, por otra, tomar buena nota de los avances que pudieran contribuir al desarrollo de nuestro país, dejando entrever en su relato su admiración o su crítica ante lo que iba viendo, aunque apenas haya referencias a aspectos de la política interna de cada país.

 

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